Reflexiones sobre la Escuela Bíblica Vacacional

Por Cara Shonamon
Reflexiones de una madre ministra

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Este verano nuestra iglesia fue anfitriona de la Escuela Bíblica Vacacional. Una parte clave de las actividades fue hacer una ofrenda cada noche en la sesión de apertura. La meta era $150 para destinarlos a un área de juegos ubicada en América del Sur a través de Ministerios Nazarenos de Compasión. Nuestro director de la EBV estableció intencionalmente nuestra meta en $150 para que los niños pudieran alcanzarla sin la ayuda de los adultos. Fue muy emocionante ver a los niños empezar a captar la idea de ayudar a otros en otra parte del mundo.

El día después de la primera noche, vi a mi hija menor, Alice, de 6 años, llenando una bolsa Ziploc con dinero en efectivo y monedas. Tenía una mirada de determinación en su rostro. Le pregunté: "Alice, ¿qué estás haciendo?"

"¡Junto la ofrenda para la EBV de hoy en la noche!"

"Qué maravilla. ¿Cuánto tienes ahí?"

"Veinte dólares."

En este punto, estaba nerviosa y orgullosa de ella. Era una extraña mezcla de emociones. Oré y le pedí a Dios sabiduría en la conversación.

Le dije: "¡Esto es maravilloso y muy generoso de tu parte!"

"Dios me dijo que lo hiciera".

"Bueno, pues necesitas escuchar lo que Dios te dijo que hicieras".

Quiero que mis hijos crezcan confiando en la voz apacible y suave del Espíritu Santo.

Mi corazón latía con fuerza. Quiero que mis hijos crezcan confiando en la voz apacible y suave del Espíritu Santo. También quiero que mis hijos crezcan siendo capaces de tomar sus propias decisiones y no hagan cosas porque piensan que eso es lo que yo quiero que hagan.

Lo siguiente que supe fue que Alice bajó corriendo las escaleras para buscar otro alijo de monedas que tenía en su mochila. Las trajo y agregó a su alijo, lo que elevó el total a poco más de $21.

Mi hija mayor, Kenzie, entró en escena y quiso sumarse a la emoción, diciendo que a ella también le gustaría contribuir a la ofrenda. Se fue, llenó su propia Ziploc y volvió con $25. Juntas, pusieron su botín junto a la puerta para cuando salieran más tarde esa noche.

Las dos estaban muy emocionadas y empezaron a tratar de sumar cuánto llevaban consigo para ver si alcanzarían la meta. Finalmente dije: "Chicas, estoy orgullosa de ustedes porque escuchan a Dios. Dios también les dio a su mami y ustedes se han portado muy bien. Quiero que tomen el dinero que ya juntaron. No más para esta noche. Ambas aceptaron y siguieron jugando.

Mis hijas tenían plena confianza en el hecho de que estaban escuchando a Dios. No era una duda, una preocupación o algo extraño. Se sintieron motivadas por el Espíritu Santo a ofrendar para el proyecto. Fueron capaces de argumentar que ya tienen juguetes y que los niños de América del Sur necesitan un área de juegos más que ellas sus juguetes nuevos. Estaba impresionada.

Cuando mi hijo, Halston, de 3 años, entró en la habitación, las niñas le preguntaron si quería llevar una ofrenda. Él respondió: "No, ese es mi dinero". Él tiene 3 años y ya está programado para hacer lo opuesto a lo que sus hermanas quieren hacer la mayor parte del tiempo. Me gustó que no avergonzaran ni presionaran a Halston.

Esa noche, fue evidente que mis hijas no fueron las únicas en ir a casa y vaciar sus alcancías. A nuestro increíble director de la EBV le apasionaba que el dinero proviniera solamente de los niños. Quería que vieran lo que son capaces de hacer y cómo podían ser fieles con su propio dinero. ¡Y funcionó! Al final de la semana, ¡habían recaudado poco más de $500 para una nueva área de juegos! Los niños estaban muy emocionados. Hubo una sensación de unidad y alegría en todo el lugar cuando se anunció el total.

Jesús no estaba bromeando cuando dijo que el Reino de los Cielos pertenece a los niños. Realmente es suyo.

Una noche, los anfitriones animaron a los niños a invitar a alguien para que los acompañara a la EBV. Sin dudarlo, mis chicas pusieron manos a la obra. Me pidieron que les enviara un mensaje de texto a dos familias y luego me preguntaron si tenía noticias de ellas. Una estaba fuera de la ciudad, pero la otro pudo asistir.

Mis hijas no tuvieron reparo en compartir su dinero con Dios y confiarle a Él cómo lo utilizaría para Su gloria. Tampoco les dio pena pedirles a otros que se unieran a ellas en la EBV.

Hay lecciones que aprender de nuestros hijos:
  1. No sea tímido al donar fielmente al Señor cuando Él se lo pida.
  2. No sea tímido cuando se sienta compelido a acercarse a un amigo con el que no ha hablado desde hace tiempo.
  3. Confíe en Dios con el gozo de un niño que está en la EBV y ¡siéntase libre de adorar como ellos si así lo desea!

La Rev. Cara Shonamon es copastora principal de la Iglesia del Nazareno de Shawnee, Kansas.